Según el historiador Cieza de León, en el año 1749 viaja desde Quito el misionero Fernando de la Vega hacia el oriente para evangelizar a los pueblos de Valladolid, Loyola, Vergel, Canela y otros, con el fin de profundizar la enseñanza y fortalecer la religión católica, para lo cual llevó consigo la imagen del Señor de la Buena Muerte y otros implementos de práctica religiosa.

El historiador explica que Fernando de la Vega, viajaba a más de su comitiva, con siete misales, sietes casullas, siete estolas y un crucifijo traído desde Quito para las prácticas religiosas en las ciudades de su destino.  Pero debido al terrible temporal desatado en la Cordillera de los Andes, le impidió su paso y decidió regresarse y esperar que mejore el tiempo, hospedado en el pequeño pueblo de Yangana, o en su caso ir a dar explicaciones al Virrey. Pero antes de su retorno agrupó a los indígenas y fundó el pequeño pueblo, a quienes les entregó la Sagrada imagen que hoy se denomina “SEÑOR DE LA BUENA MUERTE”, quedando de esta manera fundada Yangana desde esta época.

Al internarse por los caminos hacia dichos pueblos, paso obligado para trasmontar el gran macizo de los Andes, llamado nudo de Sabanilla, el misionero junto con sus acompañantes, decide regresarse hospedándose en el pueblo de Yangana, donde permanecen los meses de enero a septiembre de 1749, fecha en la que Fernando de la Vega funda la parroquia eclesiástica de Yangana, dejando consigo la imagen del señor de la Buena Muerte al cuidado y protección de sus habitantes.

Después de haber permanecido por más de dos siglos como parroquia eclesiástica, víctima de la explotación y opresión de los señores feudales y regentada por un representante de la Iglesia, que concedía los auxilios de la santa religión católica, a principio de 1900 toman sus habitantes las medidas necesarias para conseguir su parroquialización, ya que reunía todos los requisitos tanto civiles como jurídicos.  El no haber podido desarrollar sus necesidades básicas como salud, educación, vías de comunicación y fuentes de trabajo, se dan los masivos éxodos de sus habitantes a otros lugares del país, hecho que inspira al escritor y novelista lojano Ángel Felicísimo Rojas, a escribir su obra cumbre “El Éxodo de Yangana”, como denuncia de la triste historia de un pueblo que se debate entre la opresión y la miseria.

Posteriormente, sus pobladores encabezados por el sacerdote Arsenio Castillo, señor David Ochoa y otros interesados en procurar el adelanto de su pueblo, logran de las autoridades cantonales que Yangana sea considerada parroquia jurídica, puesto que reúne los requisitos indispensables: límites, número de población, extensión, entre otros.  Por lo cual, el Cabildo de Loja, presidido por el doctor Abelardo de Aguirre con la presencia de los concejales Javier Aguirre y Néstor Eudoro Alvarado, y de los vocales José María Suárez y José Antonio Mora, después de un justo y profundo  análisis, la declaran como parroquia civil con el nombre de Arsenio Castillo, en honor a sus grandes virtudes como sacerdote y luchador, hecho ocurrido el 21 de septiembre de 1911.

Los límites de la parroquia se determinaron de la siguiente manera: por el norte, sur y oriente con la cordillera de Los Andes; y por el occidente, con la ramificación de la misma cordillera que separa la hacienda del Atillo y Masanamaca, hasta el punto Lambunuma, y de allí por la Guaguanca, siguiendo a ésta hasta el río La Palmira, y desde allí hasta la quebrada de Churisco, de la cual sigue aguas arriba hasta la cordillera de Las Aradas.

Finalmente, el 9 de octubre de 1940, el Cabildo lojano le devuelve su primitivo nombre y de manera definitiva pasa a llamarse como Yangana, tal como la conocemos en la actualidad.

Yangana es una población próspera, trabajadora, con amplia visión del futuro.  Su mayor potencial es la agricultura y ganadería.  Posee lugares turísticos, como los riscos de piedra natural en el sector de Suro, el agua salada de la quebrada de Guanamaca y la piedra de los siete huecos en el sector de Cachiyacu.